lunes, 30 de enero de 2012

Colectivo Planka // Adblock AFK [Antipublicidad en el Metro]




El colectivo Planka en una acción antipublicitaria en el metro de Estocolmo y por la gratuidad del servicio de transportes público.

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domingo, 29 de enero de 2012

Contra el conservacionismo, el etnicismo, el darwinismo: contra la "American Nihilist Underground Society"


J. J. Hacha
Diego Volianihil

Las ideologías, en su perpetuo intento de autolegitimarse y de expandir su campo de acción, se apropian de autores, ideas y filosofías que posteriormente tergiversan y desvirtúan para que se acoplen a sus argumentos y tesis preconcebidas. Es algo que ha ocurrido siempre, más no por ser una costumbre se debe dejar pasar. Los autores de esta breve crítica no defendemos una única visión del nihilismo, al contrario, creemos en un campo de entendimiento y aprendizaje heterodoxo y expansivo, alejado de dogmas unidireccionales y de mensajes normatizados, como también rechazamos cualquier prostitución de las obras o de las ideas de autores antipolíticos como Nietzsche en beneficio de ideologías reduccionistas y contrarias al propio método nihilista para "aclarar el campo". No defendemos una única verdad, pero luchamos contra cualquier  tipo de mentira.

La "American Nihilist Underground Society" es una asociación norteamericana con varias antenas (que ellos llaman "tribus": anus.com/tribes) en distintos países como Finlandia, Canadá, Australia, Alemania, Inglaterra, Irlanda, Quebec y Suecia. A través de su web www.anus.com difunden su pensamiento autodefinido como nihilista pero que, en realidad, no es más que una sarta de incongruencias historicistas y pseudofilosóficas que sustentan su ideología conservadora y conservacionista de extrema derecha, lo que en Francia se llamó "Nouvelle Droite".
"El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo." (Friedrich Nietzsche)
La autoproclamada "American Nihilist Underground Society" defiende una suerte de vuelta a los orígenes etnoculturales, esto es, una vuelta protohistórica a la tribu bajo una organización moderna como es el Estado. En la práctica eso significa, y así lo hacen constar, la defensa de la existencia y creación de estados étnicos, "racialmente uniformes", donde prevalezca el culto a la cultura tradicional y antigua y la homogeneidad genética del pueblo. En su artículo intitulado "Israel" (anus.com/zine/articles/prozak/israel/) argumentan explícitamente que "an intelligent policy for Israel would be to admit that only ethnic Jews belong in Israel". Es decir, defienden el modelo sionista como verdadero, el nacionalismo racista como única verdad. En su apartado "héroes" (anus.com/zine/db/) y a lo largo de toda su página web podemos ver que se basan tanto en las ideas de Nietzsche como en las de Theodor Herzl (fundador de la idea sionista, el nacionalismo supremacista judío). Suena contradictorio porque es contradictorio: sólo unos esbirros racistas podrían intentar asemejar ambos pensamientos:
"Nosotros no amamos a la humanidad, pero también estarnos muy lejos de ser lo bastante alemanes (en el sentido en que hoy se emplea la palabra) para convertirnos en voceros del nacionalismo y de los odios de razas, para regocijamos con las aversiones y el modo de hacerse mala sangre los pueblos, a que se debe que en Europa se atrincheren unos contra otros cual si quisieran separarse con cuarentenas. [...] Nosotros, los sin patria, somos demasiado variados, demasiado mezclados de razas y de origen para ser hombres modernos, y por consiguiente, nos sentimos muy poco inclinados a participar en esa mentida admiración de sí mismas que hoy practican las razas y en ese descaro con que hoy se ostenta en Alemania, a modo de escarapela, el fanatismo germánico, ... " La gaya ciencia, p. 377. Friedrich Nietzsche.
La "American Nihilist Underground Society" (A.N.U.S., muy acertado) dice, sin embargo, que están en contra de la modernidad. Y lo dicen mientras defienden al Estado como organización natural de los pueblos y sus naciones (tribus, para ellos). No hace falta ser un genio para advertir que esa contradicción es total ya que el Estado es una organización propia de la era moderna, del mismo modo que el nacionalismo es una ideología nacida de la modernidad para sustentar, recrear o reforzar la estructura estatal. 

Otro "argumento" de la A.N.U.S es la vuelta a la moral "antigua", una especie de recreación historicista de lo que creen ellos que era el pensamiento tradicional de los pueblos protohistóricos de la antigüedad. Sin embargo Nietzsche criticó a través de su genealogía de la moral todos los sistemas morales tradicionales por su insistencia en la absolutidad (Absolutheit) y la idea de "bueno o malo" propia de la moral de los esclavos. Frente a esa idea tradicional de moral generalizada, Nietzsche defendía la concepción de "espíritus libres" para superar cualquier código ético cerrado y/o universal (sea cristiano, sea pagano).

Uno de los elementos más controvertidos de Nietzsche es el de la Voluntad de Poder (der Wille zur Macht), mangoneado sobretodo por la ideología nacionalsocialista que, al igual que estos de ANUS, no entendieron nada. La "derecha", en cualquiera de sus formas, creyó o quiso entender la Voluntad de Poder como una especie de justificación darwinista. Las derechas liberales creyeron así que justificaba que el más fuerte económicamente fuese el que ostentase el poder (darwinismo social), las derechas reaccionarias y racistas justificaron su supremacismo en base a un darwinismo racial. Sin embargo Nietzsche fue uno de los mayores críticos del darwinismo: frente a la "voluntad de vivir" de Schopenhauer y Darwin, Nietzsche proponía el concepto de Voluntad de Poder como una fuerza instintiva que iba más allá de la simple necesidad de supervivencia, protección y reproducción animal, ya que a su parecer la vida, si fuese así, se estancaría. A su entender la supervivencia era una de las consecuencias de un impulso mayor hacia la "supravivencia", hacia un deseo constante de toda persona por ir más allá de todo y de todos, de sí mismo, más allá de la muerte. Un impulso irracional y un deseo por expandirse en cada persona que es lo que daba, según Nietzsche, sentido a la existencia, su "razón de ser".

Frente a la idea de tribu, rebaño, que defiende la "American Nihilist Underground Society", Nietzsche creía en el ultrahombre (Übermensch) no como un resultado darwinista, social o racial, sino como un tipo de hombre que crea su propia moral, sus propias leyes, que somete a las cosas a su voluntad (y no al revés, como ocurre en la tribu o en el Estado). Un hombre vital, que ama la vida y el mundo en su totalidad. Y, nuevamente frente a la idea de tribu, ese hombre era primeramente un individuo que había conquistado su autonomía frente a la masa (sociedad, ideología, cultura, etc.).

Por eso nosotros, al contemplar a estos especímenes del ANUS, su tribalismo, su etnicismo, su darwinismo social y racial, nos acordamos de esta última cita de Nietzsche que decía, con bastante humor, que "los monos son demasiado buenos para que el hombre pueda descender de ellos".

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viernes, 27 de enero de 2012

Dadá, el nihilismo

¿Es un Arte aquello que lo que pretende es precisamente destruir el Arte?

"Red de Paraderos" Duchamp 1914

El Dadaismo o movimiento Dadá surgió en Suiza a principios del siglo XX. En una Europa recién arrasada por la Guerra, un grupo de escritores y artistas manifiestan su rebeldía. Exaltan un sentido del humor basado en la sátira de todo lo establecido, lo absurdo y el azar. Tanto es así, que para escoger el término que denominaría a la corriente, abrieron un diccionario de francés por una página al azar y señalaron, también azarosamente, una palabra: dadá (caballo de madera).

"Collage con cuadrados dispuestos de acuerdo a las leyes del azar" Arp 1916
Reivindican el uso de todo tipo de materiales, incluyendo los de desecho. Su intención no es otra que la de provocar. No pretenden hacer Arte bueno ni malo, sino que lo que quieren es acabar con él, destruirlo, borrar la noción de Arte. Dirán: "Es absolutamente necesario meterse en la cabeza que el arte es para los burgueses, señores sin imaginación". No hace falta explicar qué opinan sobre el mundo burgués.

"La fuente" Duchamp 1917 (ready made)
La aportación dadá fue mucho más importante en el ámbito literario que en el artístico. Una de sus pasiones, curiosamente, era la de recitar poemas simultaneados en inglés, francés y alemán, con lo que el espectador no entendía nada.
"Rueda de bicicleta" Duchamp 1913 (ready made)
Podemos distinguir dos formas artísticas diferenciadas:
  • Los "Ready made", que eran objetos de uso común descontextualizados y recontextualizados en otro ambiente distinto. En ellos el artista tenía mínima intervención: firma, fecha y presentación en una exposición.
  • Los "móviles", donde su pasión por las máquinas les lleva a crear extraños artilugios.

    "El gran vidrio" Duchamp 1923 (móvil)
El autor que más polémica suscitó y que más influencia ha ejercido es Marcel Duchamp, pero, desde el punto de vista artístico, la aportación más importante fue la de Arp, quien hacía collages y relieves con maderas.

"Busto-figura" Arp 1923

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Preparando el número 2 de la revista NADA

Estamos preparando el número 2 de la revista NADA. 
Aquellos o aquellas que estén interesados en participar pueden ponerse en contacto con nosotros a través de nuestro email revistanada(arroba)yahoo.es. 
Para más información visitar este enlace del foro.

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Pero entonces… ¿Megaupload mola?


 Hace dos días participaba en la escritura de un artículo llamado “Hipervelocidad, del cierre de Megaupload a la World War Web” analizando las dinámicas de respuesta al cierre de Megaupload. No me extiendo sobre eso, lo podéis leer por aquí.


Varias personas han escrito comentarios, nos han comentado por twitter y otros medios o escrito buenos  textos de respuesta al articulo que publicamos, señalando, entre otras cosas,  algo que debía estar más claro en el texto: ¿Megaupload está bien o no? ¿Hay que defender Megaupload?
Volvamos a pensar en el modelo de negocio de Megaupload: La gente se abre una cuenta que le permite subir contenidos a “la nube” (en fin, albergarlos en sus servidores) y ese contenido se hace público para cualquiera que se lo puede descargar o verlo en streaming. O incluso sin ser usuario de pago puedes descargar esos contenidos gratuitamente. Megaupload ingresa dinero de las cuentas premium y de la publicidad.
¿Cómo se les ocurrió ese modelo de negocio? Una opción posible es que, como Dropbox, quisieran dar un servicio para compartir archivos de mucho peso entre usuarios, pero eso no explicaría la dimensión pública de los links de descarga. No. Megaupload nace como un mecanismo para convertir en dinero lo que se estaba dando de por sí en las redes P2P a través de una cooperación sin ánimo de lucro. Es decir, Megaupload se aprovecha de la riqueza de cooperación y producción social distribuida, y la orienta a un solo lugar: la precariza.
En definitiva, Megaupload sustituye la cooperación social por beneficio privado (muy lucrativo) sin retorno para nadie. Tú y yo y todos los usuarios de Megaupload no somos clientes de un servicio, sino trabajadores del mismo. Lo curioso es que eso es exactamente lo mismo que hace youtube (o google vídeo) Es más, ¿de dónde aprendieron en Megaupload lo de dar las cosas gratis sin preocuparse del pirateo? Entre otros… De Windows. Microsoft nunca se ha preocupado de perseguir a los usuarios que usan su sistema operativo porque saben que eso genera dependencia tecnológica. Hegemonía de mercado, vamos.
No son filántropos, no son tiernos defensores de la cultura libre, son una empresa, en el peor sentido de esta palabra. La definición del “free rider” que aprovecha las cuencas de cooperación social para privatizarlas en su propio beneficio.
Entonces ¿A qué tanta defensa? ¿A qué tanta rabia por su cierre?
Hay dos motivos. Una es que precisamente por ser un servicio que se aprovecha y explota los usos de las redes P2P se percibe colectivamente como lo mismo, una simple evolución. La diferencia es que uno no está exactamente compartiendo archivos de forma distribuida entre pares, sino depositando archivos en un lugar al que otra gente va a recogerlo, así, una vez está todo el mundo en el mismo sitio, el negocio es posible. En el fondo, nada que ver con el P2P, casi lo contrario.
En general (como pasa con YouTube, Facebook, Twitter, etc.) se perciben como servicios que se nos ofrecen, no como empresas globales en las que trabajamos. Más aún cuando podemos darnos de alta y pagar, ¿no era esa la forma que distinguía los negocios legítimos de la red de esos de los piratas, que son gratis?
En segundo lugar, en la medida en que Megaupload explota esa cooperación entre iguales para acceder a los contenidos globales, lo que se defiende es esa cooperación. Precisamente es el contexto social el que determina la respuesta colectiva. No la defensa de los dueños de una herramienta, la defensa de lo que la herramienta significa. Defender el valor de uso que la sociedad produce y no a los que lo convierten en valor de cambio. Defender la relación social de la que se apropian las empresas y no a las empresas en sí. Defender los derechos (por ejemplo, el de todos los usuarios que tenían en Megaupload sus propios contenidos, todos los que eran copyleft, dominio público, etc.)
Pero sobre todo… Si se trata de defender los usos sociales, las herramientas sin ánimo de lucro, la cooperación entre iguales y en fin, el compartir, la respuesta es muy clara: Usar el P2P. Es legal, es eficiente, es justo y no te crecen los millonarios a costa de tu trabajo.

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jueves, 26 de enero de 2012

LA FILOSOFIA DEL ABSURDO


Absurdo es una palabra para identificar a algo o a alguien que no actúa de acuerdo a un pensamiento lógico o normal y que se aparta de la razón, muchas veces se asocia esta palabra al humor.



La filosofía del absurdo, llamada en ocasiones absurdismo, establece que los esfuerzos realizados por el ser humano para encontrar el significado absoluto y predeterminado dentro del universo fracasarán finalmente debido a que no existe tal significado (al menos en relación al hombre), caracterizándose así por su escepticismo en torno a los principios universales de la existencia. Por ende propugna que el significado de la existencia es la creación de un sentido particular puesto que la vida es insignificante por sí misma, y que la inexistencia de un significado supremo de la vida humana es una situación de regocijo y no de desolación, pues significa que cada individuo del género humano es libre para moldear su vida, edificándose su propio porvenir.

Origen 

Nace cuando el filósofo y escritor francés Albert Camus, partiendo del movimiento existencialista, se aparta de esa línea filosófica al publicar su manuscrito El mito de Sísifo. También se relaciona con "El extranjero", obra del mismo autor. La filosofía del absurdo está vinculada al existencialismo, aunque no debe ser confundido con éste (hay quienes la consideran un hipónimo de nihilista).

De acuerdo a la filosofía de Camus, los esfuerzos realizados por el ser humano para encontrar el significado dentro del universo acabarán fracasando finalmente debido a que no existe tal significado (al menos en relación al hombre), caracterizándose así por su escepticismo en torno a los principios de la existencia. Esta filosofía también postula que la vida es algo insignificante, que no tiene más valor que el que nosotros le creamos. De esta forma, puede entenderse la vida como un conjunto de repeticiones inútiles, vacías y carentes de sentido y significado, que se llevan a cabo más por costumbre, tradición e inercia que por coherencia y lógica.

Las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial suministraron un ambiente social propicio para las visiones absurdistas, especialmente en la devastada Francia.

Fundamentos 

Pareciera inevitable encontrar en la tendencia humana a fundamentar, el origen de la concepción de lo absurdo. El hombre persigue constantemente el principio de razón . Nada es porque sí. Todo debe tener una causa o motivo que lo justifique. En el pensamiento religioso, tal causa "eficiente" es Dios, que obra, en tal concepción, como un artesano modelador y ordenador del cosmos. En la cosmovisión atea, tal expediente está vedado. Y de esta manera, el universo y todos los entes, sea en su existencia o en su esencia, son sin un motivo, causa o porqué. Cuando la carencia de esta justificación, que necesita la razón humana, se verifica, aparece la sensación del "sin sentido", o, en otros términos, del absurdo.

Hombre y absurdo 

Podríamos decir, partiendo de lo que acabamos de señalar, que la categoría del absurdo es una incorporación que la existencia humana y su específica racionalidad introducen en el mundo. Porque hay hombre hay necesidad de racionalización de todo cuanto es. Si tal racionalización no se cumple en cualquier situación verificada, ésta queda sin justificación. La no justificación no es aceptada por la razón y, por consiguiente, se habla entonces de absurdo. El encadenamiento de causa-efecto es una necesidad de la razón, como filósofos de gigantesca talla han establecido. Lo que pareciera imperioso preguntar, ahondando -precisamente de modo filosófico- en esta cuestión, es: "¿por qué es imperioso que todo deba tener una causa?". Cuando esta necesidad a la que el hombre se siente arrastrado de modo natural se pone en tela de juicio, se desvanece la categoría de absurdidad de los seres y de un cosmos eterno o increado y al mismo tiempo, desprovisto de fundamentos.

Los tiempos actuales nos estan conduciendo nuevamente a revivir el absurdísmo como corriente filosófica contemporánea, vemos tantas cosas inverosímiles difíciles de creer pero que están sucediendo, vemos como las elecciones las ganan los que supuestamente no deberían de ganar, en las comisarías quedan detenidos los que ponen la denuncia y los delincuentes son liberados olímpicamente, en los trabajos se premian a los que no hacen nada, a los haraganes a los que buscan un pretexto para no hacer nada. El largo brazo de la ley se entretiene juzgando a los inocentes, inventando pruebas y delitos para inculpara a los demás, los que caminan rectamente son denunciados por ser muy rectos y perjudican a los insolentes. Las palomas disparan a las escopetas, los que quieren hacer las cosas bien son mal vistos por hacerlas bien y los hacen pagar por trabajar y hacer las cosas bien. Siempre hay alguien que te esta observando y esperando que tropieces para regocijarse y alegrarse de tu desgracia. El problema radica en que cuando se instala la corrupción como modus vivendi, como norma y comportamiento normal, entonces entramos al maravilloso mundo de lo absurdo. Ya no esperes ni te sorprendas de que las cosas caminen patas arriba.


William Pavon
Nicaragua

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"Nihilismo" [poesía]

Circles in a circle, de Wassily Kandinsky


















Es posible que la existencia no sea más 
que un artificio a la medida 
de nuestros miedos,
que acabemos viviendo como perros,
dementes
o con una bala apuntando siempre
al corazón.
No lo sé,
es probable que nuestras incertidumbres
sean tan exactas como sus certezas,
que asumir nuestra incompetencia 
como especie
nos permita liberarnos del peso
de esta vida,
que tras muchos años de andar sin camino
lleguemos por fin,
de nuevo,
conquistar la inocencia.
O puede que no.



Volianihil

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martes, 24 de enero de 2012

Nietzsche, el hombre más independiente de Europa

Peter Sloterdijk
La presente conferencia, “Der unabhängigste Mann in Europa”, pronunciada en Weimar, el 25 de agosto de 2000 en ocasión del centenario de la muerte de Friedrich Nietzsche, fue publicada en versión original en el Frankfurter Allgemeine Zeitung del 28 de agosto del mismo año. Traducción: Fernando La Valle, 1999-2002.

Peter Sloterdijk

La ruptura de Nietzsche con la antigua tradición evangélica europea permite percibir que, a partir de cierto estadio de la Ilustración, las funciones indirectamente eulógicas del discurso ya no pueden ser aseguradas por compromisos relacionados con el deísmo y la educación protestante. Aquel que busque todavía un habla que permita al hablante suscribir every human excelence, o al menos, asegurarse una participación en los más altos destinos, deberá desarrollar a partir de ahora estrategias de lenguaje que vayan más allá del eclecticismo jeffersoniano. En lo que toca a las comunicaciones de la modernidad, ya no es suficiente con la mera evasión de penas por medio de la difusión de comprometedoras noticias sensacionalistas; y tampoco basta la simple propagación de apocalipsis furibundos y amenazas moralizantes que comprometían a cada orador ante un público de impronta secular o humanista. Quién podría darse por aludido hoy por un orador como el Jesús de Marcos 9:42, alguien que cree correcto decir: “A quien escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, más le valdría que le colgaran al cuello una rueda de molino de las que mueven los asnos y lo arrojasen al mar.” Un comentador del año 1888 se contentó con señalar: “¡Qué evangélico!”.

Las tijeras no pueden salvar ya la autoestima del hablante por medio de la difusión de la buena nueva, pues incluso el resto del Evangelio se revela como algo que apenas resiste el examen. Ni siquiera la desmitologización podrá volver a ponerlo en pie. Demasiado turbias, demasiado sospechosas, son las fuentes a partir de las que inician su vuelo los bellos discursos, con su universalismo rencoroso y su amenazante buena voluntad. Aun en caso de ser posibles todavía en absoluto las buenas nuevas, y si los presupuestos de la difusión se consumaran en una cadena de la suerte, unas y otros deberían ser redactados de nuevo, llegar a ser lo bastante nuevos como para evitar similitudes penosas con viejos textos que se han vuelto inaceptables, pero seguir siendo lo bastante similares como para volverse verosímiles, al menos como continuaciones formales del bagaje evangélico recibido. Por ello, ocurre por primera vez que la refundición de un discurso que sea predicable para el predicador a partir de la expectativa de beneficios se logra por medio de la subversión de las formas anteriores. Pero Nietzsche no quiere ser apenas un parodista del Evangelio; no desea sólo unir a Lutero con el ditirambo y cambiar las tablas mosaicas por las zaratustrianas. Se trata para él mucho más de colocar en un orden completamente nuevo las relaciones de los credos y el encadenamiento de las citas de autoridad, pues va implicado en ello el examen de la diferencia entre una profesión de fe y una cita. El autor de Zaratustra quiere renovar desde sus bases la fuerza eulógica del lenguaje, y liberarla de las trabas que le fueron impuestas por el resentimiento de impronta metafísica. Esta intención resuena en la frase en que Nietzsche asegura a su amigo Franz Overbeck, “...que con este libro he superado todo lo que ha sido dicho hasta ahora con palabras...” Y es también presupuesta cuando afirma ante el mismo corresponsal: “Ahora soy, con toda probabilidad, el hombre más independiente de Europa.”

El apogeo “o mejor, el espacio de operaciones” de esta independencia es el resultado del conocimiento que, ya desde los días de Humano, demasiado humano, Nietzsche fue logrando a partir de un agresivo ejercicio que llevó a cabo sobre su propia persona. El autor de La gaya ciencia se había convencido de que el resentimiento es un modo de generación de mundo, hasta aquí el más poderoso y nocivo, incluso. En todo lo que hasta el momento recibía los nombres de Cultura y Religión se encontraba la impronta decisiva de dicho modo: todo lo que durante una era supo presentarse como el orden moral del universo lleva sus trazos. De aquí resulta el final catastrófico que cae sobre el pensador como un conocimiento de siglos: que toda palabra signada por la metafísica gravita en torno a un núcleo misológico; las doctrinas de sabiduría clásicas son esencialmente sistemas de discursos malintencionados en relación con el ente en su totalidad. Cumplen la calumnia del mundo de parte de los que han llegado demasiado tarde, y tienen como meta la humillación de toda posición ligada con la autoalabanza. No es necesario extenderse aquí sobre la significación de que Nietzsche haya colocado al apóstol Pablo junto con Sócrates y Platón como el genio de la inversión, y aún menos sobre la circunstancia de que Nietzsche desvíe la atención de la gravedad de la operación paulina, para disponer su enmienda como eje de una historia del futuro. Ante este escenario el autor de Zaratustra se dispone a formular el primer eslabón de una cadena de mensajes de los que ha sido eliminado el falsete metafísico. Con respecto a esta maniobra, Nietzsche conoce a ciencia cierta su posición epocal; sabe que la desarticulación del inminente torrente de palabras del resentimiento y la nueva canalización de las energías eulógicas son un hecho “de la historia del mundo”; pero también comprende que operaciones de tal orden de magnitud requieren mucho tiempo; considera como parte de su martirio el no poder contemplar las consecuencias de su pensamiento capital: “Espero tanto de mí -escribe con leve autoironía en mayo de 1884 a Overbeck desde Venecia- que, con ingratitud, me pongo en contra de lo mejor que he hecho hasta ahora; y cuando no llego tan lejos que milenios enteros hagan sus más altos votos en mi nombre, entonces es ante mis ojos como si no hubiera logrado nada.” En septiembre del mismo año, hace la siguiente confesión ante Heinrich Köselitz: “Zaratustra tiene por lo pronto la falta absolutamente personal de ser mi libro de edificación y aliento, por otra parte, oscuro y secreto, y motivo de risa para todo el mundo.”

Un “libro santo”, un “libro edificante”, un libro de la independencia y el autodominio, un verdadero “libro de las cimas”, un “quinto evangelio”: las etiquetas de Nietzsche para Zaratustra, su “hijo” literario, surgen, como el texto mismo, de un fondo de tradiciones lingüístico-religiosas, que son transformadas para la ocasión. El fundamento esencial para la admisión renovada de tales fórmulas se encuentra más allá, sin embargo, de la esfera retórico-paródica. Nietzsche da a entender que el concepto de evangelio como tal, fue llenado hasta ahora con ejemplos falsos, pues en la tradición cristiana fueron difundidas como buenas nuevas aquello que según su valor y figura, sólo podía representar un triunfo de la misología. La vieja cuadratura de los evangelios no es a su modo de ver otra cosa que un manual para un malintencionado hablar del mundo por parte de los abogados de la nada, los ultrajados, los vengativos y perezosos; se coloca a la vez como escrito propagandístico del resentimiento, que convierte a las derrotas en éxitos, y disfruta de la postergada venganza como si se tratara de impulsos idealistas, lejos y por encima de la dura realidad. La arrogancia de Nietzsche se funda en la certeza de que recaía sobre él la tarea de interrumpir el continuum milenario de la propaganda misológica. Para el completo complejo de imposturas metafísicas, rige la observación de Ecce homo: “Ha acabado todo «impulso oscuro», precisamente el hombre bueno era el que menos conciencia tenía del camino recto... Y con toda seriedad, nadie conocía antes de mí el camino recto, el camino hacia arriba: sólo a partir de mí hay de nuevo esperanzas, tareas, caminos que trazar a la cultura “yo soy su alegre mensajero...”1

El evangelismo de Nietzsche significa por consiguiente: saberse en oposición a los poderes de inversión de milenios, en oposición a todo lo que hasta entonces se llamó evangelio; ve en eso su destino, tener que ser un alegre mensajero, como nunca lo hubo. Esa es su misión, destruir la competencia comunicativa de los envenenados. El quinto “Evangelio” Nietzsche pone sólo el sustantivo, no el adjetivo numeral, entre las comillas, y le adjunta como variantes las expresiones “Poesía” o “Algo para lo cual todavía no hay nombre”; deberá ser un evangelio de contraste que no tenga como contenido a la negación como liberación de la realidad, sino a la afirmación como liberación para la totalidad de la vida. Es un evangelio de la ya-no-más-necesidad-de-mentira, un evangelio de la negentropía o de la creatividad, y por consiguiente, bajo el presupuesto de que sólo pocos individuos sean creativos y capaces de acrecentamiento, un evangelio de minorías, o aun mejor: un evangelio “para nadie”, un envío para destinatarios no identificados, porque no existe todavía una minoría, por pequeña que sea, que pueda aceptarlo directamente como su mensaje. No es casual que, durante los meses y años críticos que siguieron a la publicación de las tres primeras partes del Zaratustra, Nietzsche haya señalado con una melancolía auténtica y ficticia al mismo tiempo, que no tenía ni un solo discípulo.

Esta comprobación será sólo aparentemente contradecida por el hecho de que el nietzscheano giro “vitalista” del pensamiento se revelaba ya claramente para asimilar las nuevas palabras de la afirmación de la vida; por otra parte, la consideración en términos históricos del hecho de que, poco después de la muerte de Nietzsche, se instaló una ola de interés que convirtió a Zaratustra en profeta de moda, y a la “voluntad de poder” en contraseña de escaladores, tampoco llega a desmentir la tesis de que no hay ni podría haber para este “Evangelio” destinatarios adecuados.

La base para esto ha de ser buscada en la economía interna del mensaje nietzscheano, que exige un precio incomparable, y aun imposible de pagar, para acceder al privilegio de su anuncio. El quinto Evangelio pone a sus receptores en gastos tan elevados, que a fin de cuentas sólo puede ser recibido como una mala noticia. No es casual que impulsara a sus primeros pregoneros en el sentido de su des-solidarización con la humanidad histórica y presente. La rara renovación nietzscheana de las energías eulógicas en el sentido de una corriente de discurso alternativa, desemboca en la propuesta de seguir hablando de un evangelio que se erija sobre las ruinas de un dis-angelio “la expresión encuentra su origen en el mismo Nietzsche, que tanta atención había prestado al mensaje de Pablo; a ella se refirió Eugen Rosenstock-Huessy, quien caracterizó a los grandes intérpretes de la realidad del siglo XIX, Marx, Gobineau, Nietzsche y Freud, como los cuatro dis-angelistas de la desespiritualización moderna... Un poco más desapasionadamente, hoy nos referiríamos a ellos en todo caso como los fundadores de los juegos de discurso sobre lo real. Su propia vida era en efecto el “experimento del cognoscente”, y sus sufrimientos el costo de su inteligencia. Era imposible para el autor suponer en esto la posesión de una vía de salida que compartiera con lectores contemporáneos; e incluso menos le estaba permitida la idea de que podría encontrar alumnos que quisieran aprender sus lecciones en condiciones similares. De ahí las insistentes observaciones de Nietzsche respecto de su fatal soledad; de ahí la helada mirada al mundo como “un portal hacia mil desiertos, vacío y frío”. De ahí también la desconfianza hacia aquellos que se atrevían a darle lisonjeras palmaditas en el hombro. Lo que cuesta el nuevo mensaje, queda ilustrado por el Zaratustra del “Convalesciente”, cuando tras el encuentro con su “pensamiento más abismal”, se desploma a fuerza de asco y desencanto, y al despertar se debate siete días entre la vida y la muerte. La verdad tiene, “en verdad”, la forma de una enfermedad mortal: es un ataque al sistema de inmunidad aletheiológico, que coloca al hombre en el punto geométrico de la mentira y la salud. La paradoja económica de la buena nueva nietzscheana consiste en caer en la cuenta de que la primera, inaudita mala nueva, necesita ser compensada con una todavía improbable movilización de energías creadoras; el concepto de superhombre es la apuesta por la lejana posibilidad de tal compensación: “Tenemos el arte, para que, ante la verdad, no nos vayamos a pique”... Lo que significa: tenemos la vislumbre del superhombre, para poder soportar la condición humana. Tal proposición surge como anuncio de aquello, por lo que produce espanto. Esta es la razón por la que el Zaratustra completo debía adoptar la forma de un extenso preludio: en términos descriptivos no se trata de otra cosa que de la vacilación del mensajero ante el proferimiento del propio mensaje.

Cuando se quiere, en todo caso, tener un acceso menos oneroso al nuevo privilegio de proclamación, pasando por alto aquel espanto y toda reserva experimental “y ésta es la forma que ha adoptado en gran medida la historia de la edición nietzscheana en los movimientos antidemocráticos, e incluso en sus reelaboraciones por parte de la democrática crítica de la ideología”, se separan las recién adquiridas funciones eulógicas de la conveniente Ilustración previa, y su trabajo de negación, con lo cual toma la palabra “evangelio” sus comillas, es decir su modernidad e ironía. Nietzsche era consciente del aspecto absurdamente costoso de su empresa, y dudó a menudo respecto de si la recuperación de una posición evangélico-eulógica a partir del nihilismo consumado tendría sentido desde un punto de vista tanto existencial como de mera sensatez. En 1884 escribe a Malwida von Meysenburg: “Tengo cosas en mi alma que pesan cien veces más que la bétise humaine. Es posible que, para todos los hombres por venir, sea yo una fatalidad, la fatalidad... y consecuentemente, es muy posible que enmudezca un día, de amor a los hombres [Menschen-Liebe]!!!” Recordemos el triple signo de admiración tras esta alusión a la posibilidad cercana del enmudecer. A toda elucidación del mensaje nietzscheano habrá de responder con la pregunta de cómo fue posible que la proclamación prevaleciera frente a sus obstáculos interiores. Esto vendría como una elucidación respecto a cómo, en el balance del factor disangélico contra los motivos evangélicos, los últimos podrían tener más peso: en torno a esta revisión habría incluso que revisar la cuenta misma, desde el punto de vista de su corrección inmanente. ¿No están acaso todos los indicios a favor de la idea de que en Nietzsche la mala nueva goza de clara ventaja respecto de la buena, mientras que todos los intentos de dar a esta última la preeminencia se fundan en impulsos momentáneos y autohipnosis pasajeras? Sí, ¿pero no es Nietzsche precisamente por esto el pensador paradigmático de la modernidad, en la medida en que ésta se define a partir de la imposibilidad de sobrepujar a lo real con enmiendas contrafácticas? ¿No se define la modernidad por una conciencia precoz de estados de cosas atroces, contra los cuales los discursos de las artes y del derecho presentan siempre apenas una compensación y unos primeros auxilios? ¿Y no ha dejado de ser la alta voz del mundo contemporáneo eficaz en eso mismo, cuando tuvo que admitir la ventaja de los infames?

En lo que a Nietzsche respecta, él sabía muy bien que por mucho tiempo él mismo seguiría siendo el único lector emocionado de Zaratustra; su quinto “Evangelio” es, como dijo más o menos correctamente, “oscuro y secreto y motivo de risa para todos”, y esto no sólo por su precocidad. No se puede concebir cómo podía un documento así, que todo divulgador posterior debía inmediatamente librar de su ridiculez, convertirse en punto de partida de una nueva cadena eulógica, cadena en que llevar la voz cantante se volviera el premio de una competencia más o menos afortunada. Ninguna tijera puede salvar a los cantos de Zaratustra para el juego victorioso y palabrero de la Ilustración estándar. Suponiendo que Nietzsche supiera esto desde un principio (y a favor de esta suposición juegan los datos biográficos, así como los literarios con que contamos), ¿qué podía hacerle creer, sin embargo, que a partir de él se iniciaba una nueva época del discurso positivo? ¿Cómo quería dar el paso de lo ridículo a lo sublime, de lo sublime al aire libre, y quién podría haberlo seguido? Para dar respuesta al enigma, debemos examinar más de cerca la ética nietzscheana de la amplitud de miras.

El que quiera conocer de cerca la teoría y praxis de la generosidad nietzscheana, debe también “o sobre todo” concebir “sueños de grandeza” junto con Nietzsche, bajo el supuesto de que sea éste un título adecuado para la desacostumbrada capacidad de este autor, de hablar en la más alta de las voces de sí mismo, su misión y sus escritos.

Aquí quisiera proponer la hipótesis de que el narcisismo de Nietzsche no es tanto un fenómeno relevante de psicología individual, sino que marca más bien una fisura en la historia lingüística de la vieja Europa. Básicamente, no es otra cosa que la revelación de la naturaleza del autor y del discurso literario. El discurso-acontecimiento que lleva el nombre de Nietzsche, tiene como particularidad el hecho de que en él se palpa la escisión, característica de la alta cultura, entre la buena nueva y la auto-celebración, develándose con ello lo que un autor es y hace. Lo que se presenta aquí de una vez por todas, es la economía de los discursos eulógico y misológico, y su fundamentación en el tabú de la autoalabanza. Un examen del contexto de la metafísica y crítica de la moral de Nietzsche puede aportar elementos para una identificación de este vuelco repentino: en dicho contexto, se vuelve transparente el orden embustero en que la eulógica indirecta tiene su base. Ahora bien, si se verificara que esta separación de la alabanza de uno mismo no es otra cosa que una postergación obrada por el resentimiento, habría que entender el atentado de Nietzsche contra la discreción como un acto de revisión, acto a través del cual la moral antiegoísta resultaría contradecida de modo casi rabioso. Hay que retroceder hasta la mística medieval para encontrar fenómenos al menos lejanamente comparables. Espectaculares y dolorosos como son, restituyen la posibilidad de plantar conexión lo más directa posible entre el yo y la ponderación. Lo que Nietzsche tiene en mente, no es un júbilo atolondrado vuelto sobre sí mismo como puro Dasein: mantiene con toda su fuerza la idea de que el Dasein debe ganarse su júbilo, o mejor, acrecentarse en él. Cuando la vida se ha elevado demasiado hasta sus más altas posibilidades, puede desplegarse finalmente y de modo análogo la autoalabanza: una vez más, es la obra la que alaba a su autor, quien, en concepto, ha de desaparecer a su vez en la propia obra. Y es precisamente esta misma concordancia el escándalo “el buen discurso ilimitado de la propia riqueza, esta autocrítica jubilosa a partir de hechos consumados, esta completa disolución de la vida en disposiciones luminosas, que permanecen como obras de la palabra: constituyen el antiescándalo, respecto de aquello que Pablo llamara el escándalo de la cruz, y con el que había de ser logrado el bloqueo de toda conexión entre el yo y la alabanza.

Nietzsche había entendido que el fenómeno dominante e irresistible en la cultura del mañana sería la necesidad de diferenciarse de la masa. Tenía presente de modo inmediato que la materia de que debería estar hecho el futuro, se encontraba en la exigencia de unicidad, de ser distinto y mejor que otros, e incluso que todos los otros. El tema del siglo XX es la relación con uno mismo, en un sentido tanto sistémico como psicológico.

La constatación, empero, de que la poética nietzscheana haya superado las reglas de la eulógica indirecta, y haya vuelto intercambiable la autoalabanza por la alabanza del otro, da a ver sólo el estrato superior del terreno. En un nivel más profundo, también la palabra afirmativa de Nietzsche queda comprometida por la alabanza de lo ajeno, pues alaba al no-yo y lo celebra como nunca antes había sido celebrado. Se dedica solamente a una ajenidad [Fremdheit], que es más que la otredad [Andersheit] de la otra persona. Se ofrece a una ajenidad que atraviesa al hablante mismo, a la ajenidad que lo penetra y lo posibilita “su cultura, su habla, sus educadores, sus enfermedades, sus infecciones, sus tentaciones, sus amigos. Celebra en sí una abundancia de ajenidad llamada mundo. Lo que Nietzsche siempre expresaba sobre estas magnitudes, se transforma en autoalabanza de lo ajeno. “...como mi padre (soy yo), ya muerto, como mi madre, vivo yo todavía...” De tal modo, el autodesprendimiento de Nietzsche debe ser buscado entre los niveles manifiestos de autoalabanza, en su apertura a lo ajeno-interior, en su desmesurada mediumnidad, en una idiotez nunca compensada del todo.

Quizás podamos permitirnos la observación de que alcanzó como autor la cima de la lengua alemana y de la sintaxis europea. En su cima como cantor pudo experimentarse como organon de un universo que busca autoafirmarse en individuos. Como filósofo habría sentido un júbilo temprano, de haber llegado él mismo a compilar y editar en un volumen su teoría de la voluntad. Pero sabemos que otros lo hicieron por él, utilizando el nombre del autor para el mercado, y esto en contra del mejor saber del autor, que vuelve siempre sobre el punto en sus escritos; punto consistente en la noción de sistema provisorio, que anula una hipotética base para la enseñanza: no hay ninguna voluntad, con lo cual, tampoco voluntad de poder, voluntad es sólo un modo de hablar, hay sólo diversidad de fuerzas, discursos, gestos, y su composición bajo la dirección de un yo, que se afirma a sí mismo. Justo aquí contradice el autor sus marcas, y sus declaraciones se hacen explícitas. Quizás no podamos hacer nada mejor en el centenario de su muerte, que repetir estas declaraciones, que ninguna edición futura podrá volver a coartar:

“Es preciso mantener la superficie de la conciencia, la conciencia es una superficie” limpia de cualquiera de los grandes imperativos. ¡Cuidado incluso con toda palabra grande, con toda gran actitud! [...] En mi recuerdo falta el que yo me haya esforzado alguna vez, no es posible detectar en mi vida rasgo alguno de lucha, yo soy la antítesis de una naturaleza heroica. Querer algo, aspirar a algo, proponerse una finalidad, un deseo, nada de esto lo conozco yo por experiencia propia. Todavía en este instante miro hacia mi futuro ¡un vasto futuro! como hacia un mar liso: ningún deseo se encrespa en él. No tengo el menor deseo de que algo se vuelva distinto de lo que es; yo mismo no quiero volverme una cosa distinta. Pero así he vivido siempre.2 Este idilio del autor responde al idilio del mediodía de Zaratustra, la ovación yacente ante la tierra consumada:

- Como uno de esos barcos cansados, en la más tranquila de todas las bahías: así descanso yo también ahora, cerca de la tierra, fiel, confiado, aguardando, atado a ella con los hilos más tenues.

- ¡Oh felicidad! ¡Oh felicidad! ¿Quieres acaso cantar, alma mía? Yaces en la hierba. Pero ésta es la hora secreta, solemne, en que ningún pastor toca su flauta.

- “¡Ten cuidado! Un ardiente mediodía duerme sobre los campos. ¡No cantes! ¡Silencio! El mundo es perfecto”.3

Con esto dice el autor que él mismo deja de ser autor. Donde el mundo se consuma en un todo que no es posible despertar, no hay ya más autor. Dejémoslo en su antiguo mediodía. Debemos representarnos al autor cesante como a un hombre feliz.


Peter Sloterdijk

1 NIETZSCHE, F., Ecce homo, Alianza, Madrid, 1985, p. 112. Traducción: Andrés Sánchez Pascual.
2 Ibid., pp. 51-52.
3 NIETZSCHE, F., Así habló Zaratustra, Alianza, Madrid, 1975, pp. 369-370. Traducción: Andrés Sánchez Pascual.

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domingo, 22 de enero de 2012

Nuestra insignificante vida

Irvine Welsh
La vida es aburrida y fútil. Empezamos con grandes esperanzas y después nos acojonamos. Nos damos cuenta de que todos vamos a morir, sin encontrar realmente las grandes respuestas. Desarrollamos todas esas ideas de largo alcance que se limitan a interpretar la realidad de nuestras vidas de distintas maneras, sin extender nuestro cuerpo de conocimientos que realmente merecen la pena sobre las grandes cosas, las cosas reales. Básicamente, vivimos una vida corta y decepcionante; y a continuación morimos. Llenamos nuestras vidas de mierda, de cosas como carreras y relaciones para convencernos a nosotros mismos de que no carece todo de sentido.
Irvine Welsh en Trainspotting

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Miroslav Tichy: un curioso que dejó de ser raro

Miroslav Tichy
(*) El curioso caso del vagabundo fotógrafo. Vagabundo nada errante porque Miroslav Tichý vive la mayor parte de su vida sin salir de un pueblo de Moravia, Kyjov. En los primeros años de posguerra estudia en la Escuela de Bellas Artes de Praga, durante el breve periodo de gobierno democrático, hasta que el nuevo régimen suprime sus queridas y carnales modelos y él decide sustituir la pintura por la fotografía. Como se verá en sus fotos rasgadas adrede, con leal nostalgia. Fiel a su querencia por tomar dibujos y apuntes del natural, se va a buscar esas modelos a los parques y calles de una ciudad de provincias, sin sorpresas. Su vida de ermitaño, armado con cámaras inverosímiles fabricadas por él mismo con retales, su aspecto de mendigo cubierto de harapos, hacen que sus vecinos no puedan creer que toma fotos de verdad. Esa impunidad y su obsesión por el cuerpo de la mujer le hacen el mirón perfecto. Pasa más de treinta años alternando una vida miserable en el cuchitril atiborrado de desperdicios que le servía como laboratorio fotográfico, con temporadas en cárceles y manicomios cuando las autoridades locales necesitan embellecer el paisaje de su ciudad. A fuerza de aislamiento y desprecio olímpico por los caminos trillados del arte, terminará labrándose un destino de fama y artista consagrado a pesar de su voluntad. 


Durante años se dedica a “dejar pasar el tiempo”, tirando y revelando miles de fotos, imágenes distorsionadas deliberadamente o borrosas y manchadas por la pobreza de los materiales utilizados. "Las imperfecciones forman parte de cada foto. Son su poesía y lo que le otorga cualidades pictóricas. Para eso necesitas una mala cámara", dice. Una imperfección que busca con perfecta constancia. Los fabricantes de arte terminan por descubrirlo en su guarida y le montan exposiciones en el Pompidou (2008) y, ahora, en el Centro Internacional de Fotografía de Nueva York. Llegan las hagiografías. Esa avalancha sepulta su idealismo: "¿Qué es arte? El arte es sólo una idea", sigue diciendo. Hoy lo han convertido en producto de un arte tan necesitado como siempre de homologar excentricidad, aunque lo califiquen de “arte en su forma más esencial”, queriendo decir precario. Como si la pobreza fuera condición de pureza. 



Pero no hay tanto misterio como parece: nunca se entregó al azar; al fin y al cabo no era un mendigo anónimo sin destino. Cuando dice "soy sólo un observador de personas, pero uno muy bueno", reconoce un objetivo perseguido de forma implacable. Sus materiales son las cámaras y carretes de deshecho, junto con sus fantasías volcadas sobre desnudos robados, vecinas en biquini tomando el sol y paisajes pacientes. Su estrategia es automática: "Cuando hago fotos no pienso en nada". Y su dedicación, estoica: "Placer es una palabra que rechazo absolutamente. ¿Cómo podría un escéptico como yo sentir placer? Descarto sentimientos tan efímeros como el placer".



La fama le llega en forma de reconocimiento artístico y con ella su perplejidad, tan llena de desprecio como de atracción: "Si quieres ser famoso tienes que hacer algo y hacerlo peor que cualquier persona del mundo entero", afirma. Él mismo se ríe de la fama, dice no interesarle pero se asombra de haberse convertido en una estrella, dice con una risa mellada. Pero su cara guarda la principal arma para asombrarse, para admirar: un mínimo de inocencia. Tichý es un hombre que saltó de un extremo al opuesto sin cambiar de naturaleza, aunque sí de ropa, en el que lo que menos importa es el producto artístico que termina en éxito. Y sus promotores son una tropa ansiosa por confundir la mirada de Tichý con un mundo borroso y roto, expuesto por tanto a la reparación y venta de esos publicistas.

(*) Publicado en Nickjournal el 11 de marzo de 2010.

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domingo, 1 de enero de 2012

Revista NADA nº1


La revista NADA está editada por marginales, cínicos, nihilistas, perdedores, cretinos y maleantes. No pretendemos concienciar sobre ningún asunto, no queremos convencer a nadie, ni siquiera ganar adeptos. Esta es una publicación libre donde cualquier puede participar, aportar o fusilar cualquier tipo de texto que derribe cualquier idea dominante, la que sea.

No tenemos ideología, no creemos en los dogmas ni en los paquetes de valores. No queremos enseñar ni adoctrinar, sólo aprender.

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