martes, 30 de octubre de 2012

Somos hijos de las estrellas























¿Conocéis el principio de vuestra historia?

Durante nueve meses estuvistéis en el vientre de vuestra madre. Pero antes, mucho antes, pasásteis millones de años en el vientre de una estrella.

Cada uno de los átomos de carbono que componen el cuerpo de la persona a la que amáis, y el vuestro, se formó en el corazón de una estrella.

Somos, científicamente, hijos de las estrellas.

Después del Big Bang, sólo había átomos de hidrógeno. Esos átomos formaron la primera generación de estrellas, que brillaron durante cientos de millones de años. En su interior se formaron los elementos químicos que sostienen la vida: carbono, oxígeno, nitrógeno. Las estrellas de la primera generación explotaron, esparciendo el polvo cósmico que formaría sistemas solares como el nuestro.

Las tres nubes de gas cósmico que podéis observar en la foto son el embrión de nuevas estrellas. Los astrónomos bautizaron a esa región de la Nebulosa del Águila como “Los Pilares de la Creación”.

¿Puedo proponeros algo? La próxima vez que salgáis a pasear, y veáis una estrella en el cielo, parad unos segundos a contemplarla. Quizás, en su interior, se estén formando átomos que un día cobrarán vida. Quizás, dentro de cientos de millones de años, otro ser contemple las estrellas y piense que alguien en el pasado, mientras observaba el cielo, le vió nacer.

Os dejo en la compañía de Neil deGrasse Tyson, astrofísico y director del Planetario de Nueva York:

Cuando miro al cielo por la noche, me estremezco al pensar que somos parte de este Universo, que estamos en el Universo, y quizás más importante aún: que el Universo está en nosotros. 
Muchos, al mirar las estrellas, se sienten diminutos porque el Universo es inmenso. Yo me siento enorme porque todos los átomos que me forman vinieron de esas estrellas. 
Esta conexión es quizás la necesidad más primitiva del alma humana. Necesitamos sentirnos relevantes, necesitamos sentirnos partícipes de lo que ocurre a nuestro alrededor. Estamos conectados con el Universo. Por el simple hecho de estar vivos.

Principia Marsupia

Read more »

lunes, 29 de octubre de 2012

La rebelión del instinto

Desconfiguración
El instinto es un sentido psicosomático casi atrofiado. Participa de la vista, el oído, el gusto, el tacto y el olfato. Marca la vida de los animales, pero en la raza humana está en vías de extinción. Una pérdida fundamental: muchos de los grandes hallazgos de la humanidad han sido propiciados por el instinto; y muchos grandes fracasos, por la falta de instinto. Incluso todos nosotros somos frutos de un instinto, a veces desafortunado.

Se nos ha definido a los hombres y mujeres como seres racionales. Los demás animales, al parecer, son irracionales. La racionalización inmoderada nos está volviendo máquinas más o menos sofisticadas, pero sin algo precioso que nos es común con toda la fauna. La educación y la razón difuminan e incluso borran el instinto, aunque todavía siga muy presente en el lenguaje. Pero la razón, patrimonio inmaterial de las personas, es también base de la locura y la infelicidad si se ve privada de lo instintivo.


Hay diversas interpretaciones del Capricho El sueño de la razón produce monstruos, número 43 de la serie de 80 láminas de Francisco de Goya. En el autógrafo del Museo del Prado se dice: “La fantasía abandonada de la razón produce monstruos imposibles; unida con ella es madre de las artes y origen de las maravillas”. La portada del manuscrito de la Biblioteca Nacional reza: “Cuando los hombres no oyen el grito de la razón, todo se vuelve visiones”. Es más completa la leyenda de El Prado. ¿Qué pasa cuando los hombres no oyen el grito del instinto? Pues, sencillamente, que todo se vuelve inhumano, extraño a la persona; se esfuma “la madre de las artes y el origen de las maravillas”.

Ese hombre que parece dormido, cansado o abatido en el aguafuerte, no está rodeado de monstruos. Son animales los que revolotean a su alrededor: gatos, murciélagos, búhos. En la mesa hay papeles y dos lapiceros o plumas. Quizá estemos ante un escritor, un pintor, un artista, una persona que ha perdido el hilo de su obra al enfrascarse en razonamientos superfluos. Se le ha escapado el instinto. Esos bichos están ahí para despertarle y recordar que, si se deja llevar únicamente por la razón, solo le van a salir sombras, noche, monstruos. La lámina de Goya es un alegato contra la educación excesivamente racionalista que padecemos desde hace siglos y que nos hace desdeñar progresivamente la parte animal de la personalidad.

Este tipo de educación angelical no ha hecho más que pervertirnos y hacernos perder el norte de la vida. No sé qué mente dislocada le dictó a Fidel Castro estos angelicales axiomas que contienen metralla celestial y coinciden con el pensamiento del Vaticano: “La educación es una lucha contra el instinto. Todos los instintos conducen al egoísmo”. ¿Qué entiende Fidel por instinto? ¿Lo que no está de acuerdo con sus intereses? Eso es una barbaridad en la que Castro comulga con la pedagogía tradicional e inhumana. Los animales no tienen inteligencia (todo depende de lo que se entienda con esa palabra), pero tienen instinto y están llenos de razones instintivas que nunca les fallan. De hecho, tienen organizada su existencia con mucha más perfección que nosotros. El mundo animal es una referencia inexcusable para el universo de las personas. Es admirable la forma en que las bestias se rigen en sus actividades sociales, económicas y políticas: todos ellos saben cuál su papel en el grupo, todos trabajan en las economías de la manada, todos siguen al jefe natural y todo funciona con una lógica que jamás ha conseguido llevar a la práctica la Humanidad. Los animales tienen mucho más que ver con la Naturaleza que la inteligencia humana, ensoberbecida estúpidamente por las elucubraciones de unos cuantos sabios que en el fondo son voceros de la ignorancia.

Dice Voltaire (Diccionario Filosófico) que el instinto “es la conformidad secreta de nuestros órganos con los objetos… El instinto gobierna a los hombres como gobierna a los gatos y a las cabras; y es una semejanza más que tenemos con los animales”. Ahí está la cuestión, en la “conformidad secreta”. Porque las personas tenemos que mantener el instinto prácticamente en clandestinidad. La razón se ha hecho dueña y señora de los hombres, con el hándicap de que en demasiadas ocasiones es una clamorosa sinrazón. La razón es manipulada soezmente. El instinto no puede ser manipulado, solo perfeccionado.

Con todos los respetos hacia la diosa Razón, hay que decir también que ella todo lo complica y que son muy pocos los que la utilizan de forma razonable, cuando no malintencionada. Los artistas deben tener mucho más respeto al instinto que a la razón. Y los demás, también. Alguien dirá que hay instintos asesinos, pero esos no son instintos, eso es una rama de la patología. La solución de los problemas económicos, políticos y sociales en que estamos enfangados debe llegar por una vuelta al instinto, por una contemplación meticulosa de la vida animal. Ya está bien de corazonadas, intuiciones, presentimientos, presagios, impulsos, propensiones o inclinaciones que no son otra cosa que disfraces de la intolerancia y sucedáneos baratos del instinto perdido.

Esto no es un panfleto. Esto es simplemente una rebelión más que justificada del instinto que nos intentan arrebatar neciamente para acabar con nosotros. El instinto y la razón, unidos, jamás serán vencidos. Pero, a pesar de que pueda parecer lo contrario, no es fácil volver a los instintos. Nos los han raptado.

Read more »

viernes, 26 de octubre de 2012

Contra-contracultura



Años 60, familia americana: la rubia madre cocina hombrecillos de jengibre, papá se come la tostada de camino al coche con el maletín bajo el brazo, nene menor pide que le quiten la corteza al pan de molde y afirma vehemente que algún día será astronauta, nene mayor atraviesa la cocina cual suspiro diciendo que no tiene tiempo mientras hace girar un melón de cuero pensando en magrear a Ashley Swinton bajo las gradas. Todo va sobre ruedas en la América post-fordista. John Kennedy se postula como joven y rutilante presidente para una nación con la conciencia tan limpia como su sonrisa. En el sur, en las profundidades del corn-belt miles de granjeros afanosos preparan la cosecha que servirá para alimentar a las familias del país más poderoso del mundo, todo dinamismo y corrección, todavía apegado a los ideales puritanos que alimentan el ciclo de producción y reproducción que hace resollar la maquinaria del capitalismo.

Pero poco a poco el personal se percata de que algo raro pasa, algo chungo. Se ven por las calles a gente con pintas extrañas: ponchos mexicanos, camisas estampadas con flores y descoloridas, el pelo les llega hasta la cintura y pasan de la depilación.

Algo que venía a añadirse a una década que no dejaba de deparar sorpresas:

En Greensboro, Carolina del Norte, cuatro estudiantes negros ocupan “barra de los blancos” en una cafetería armando un escándalo que se reproduciría en otros lugares. Estudiantes de todo el país imitan el gesto. Cinco años antes Rosa Parks rechazaba permanecer de pie en un autobús atestado y ocupa un asiento reservado a los blancos. JB Lenoir añade su hermosa voz al gentío y el chasquido de las armas amartilladas por los panteras negras.

Un desaliñado Allen Ginsberg recita en público El Aullido. En 1969 se celebra Woodstock. Jimmi Hendrix arranca el himno a su guitarra eléctrica.

Lee Harvey Oswald o un tirador anónimo le vuela la cabeza a la década. Zapruder lo graba.

Lyndon Johnson hace una enmienda a la política exterior de John F. Kennedy y los Estados unidos invaden Vietnam.

Tal y como lo cuentan las crónicas oficiales y tal y como aparece reflejada en el imaginario popular los 60 fueron una década convulsa, cuyo rupturismo no habría de limitarse a un puñado de innovaciones en el mundo de la moda y a la aparición de la música psicodélica y los hippies, sino que entró en los hogares y el congreso americanos de la mano del movimiento por los derechos civiles, el feminismo, los ecologistas y la revolución sexual. El hasta entonces opulento pero puritano American way of life había permanecido anclado en la repetición de biografías y en la obediencia a las directrices paternas, de la escuela a la tumba pasando por el trabajo y la sala de partos. La irrupción de la contracultura vino a cambiar esto, dicen, introduciendo una bocanada de aire fresco que repercutiría en las costumbres de la sociedad yankee y, por extensión, en la de todo el hemisferio occidental. Beatniks y hippies recurrieron a los símbolos y creencias orientales como una forma de hacer patente su descontento con la manera en que estaba montado el tinglado practicando yoga, haciéndose budistas o buscando una revelación mística en el yagé y los libros de Carlos Castaneda. Hedonismo, autorrealización, liberalismo sexual y una renuncia a la herencia de los fundadores de la nación que le cambiarían la cara.

Pero por encima de este recuerdo entrañable de aquellos “años de ruido y furia” la contracultura supuso una profunda transformación en el capitalismo moderno, abriendo la puerta a nuevas formas de expresión personal, desarrollando una nueva estética y afirmando su identidad precisamente como una forma de repudio del consumismo suicida que se resolvería felizmente consumiendo todavía más.

If you want somebody to love



El caso es que a principios de los 60 el capitalismo post-fordista acusaba el cansancio de las décadas precedentes. La necesidad de crecimiento constante (y por ende, un incremento también constante del consumo) chocaba contra la realidad de un modus vivendi familiar que no ofrecía suficientes oportunidades comerciales. Cientos de absurdos gadgets domésticos atestiguan lo que digo. El menaje y los utensilios de cocina fueron las víctimas propiciatorias de este retorcido escenario en el que la búsqueda de nuevos mercados no lograba romper las hechuras del hogar americano promedio. Era la “época de los sombreros”, de los padres encorbatados, los toques de queda de las proms y los anuncios futuristas prometiendo cocinas robotizadas. La industria suplicaba por nuevos nichos de mercado y languidecía en el tedio, justamente como una juventud que no se veía en los trajes de sus padres.


Esta insatisfacción, este hartazgo de conformismo aquejaba por igual a consumidores y vendedores. Thomas Frank relata en su interesante libro La conquista de lo cool la transición —una verdadera revolución— en la industria publicitaria que se guió por los mismos parámetros que la contracultura. La publicidad de la época estaba dominada por el llamado modelo científico; las agencias seguían un estricto método sociométrico, haciendo estadísticas a troche y moche y buscando la fórmula más resultona que finalmente se traducía en una sucesión de eslóganes machacones. Madison Avenue, epicentro del marketing durante los años 60, era una comunidad refractaria a las innovaciones y los anuncios “intuitivos”, las corazonadas o los golpes de efecto. Completamente ajena a los departamentos artísticos —a los que se ninguneaba sin pudor— tuvo que esperar la llegada de una nueva hornada de publicistas jóvenes comprometidos con el cambio como DDB, de Bill Bernbach, para darle la vuelta a la situación.

Anuncios como el de Volkswagen Escarabajo supusieron una auténtica revolución en el mercado, haciendo hincapié precisamente en los supuestos defectos del producto —un coche pequeño, poco llamativo, no muy aerodinámico precisamente—, primando su sencillez y falta de compromiso sobre la aparatosidad de la cultura automovilística de la época; un mundo barroco de cromados y alerones dignos del Enterprise, anunciados como “doble potencia turbo” bajo una lluvia de eslóganes a cada cual más borderline asociados a la aeronáutica, el despegue, echar a volar y chorradas por el estilo. Poner el énfasis en la anormalidad del producto y en la distinción que ofrecía —para bien o para mal— se convirtió en la nueva divisa del consumo: ser diferente. El ansiado pacto entre las cualidades de lo que se vende y quien lo compra quedó definitivamente sellado y la movida hippie se motorizó, ironía, con la marca nazi por definición.

Y no es extraño, ni nuevo hoy en día, que los anuncios no ofrezcan bienes de consumo sino toda una constelación de valores. Edward Bernays, sobrino de Sigmund Freud y padre de las relaciones públicas —y, en opinión del arriba firmante, uno de los mayores hijos de la gran puta que hayan hollado la tierra— supo aprovechar la insatisfacción con el modelo imperante, siempre desde su cínico punto de vista —en su opinión el ser humano era un animal básico gobernado por su estómago y sus genitales— dando un fabuloso golpe de efecto. Durante un multitudinario acto público se las arregló para que varias docenas de mujeres encendiesen y se llevasen a los labios un cigarrillo a la vez. La impresión generalizada fue la de un acto de protesta y reivindicación de la igualdad de sexos. El motivo subyacente, promocionar el consumo de cigarrillos entre las mujeres para estirar el caladero de las tabacaleras.

Fue durante este periodo que el marketing emprendió la caza del inconformista y el negocio de la moda eclosionó dando lugar a toda una constelación de estilos diferentes, étnicos —o lo que los modistos entendían como ropa étnica—, rockeros, moteros y contestatarios. Según algunos estudios del tema la reacción de la industria no fue sino mera asimilación de la estética hippie-contestataria y por lo tanto carente de originalidad y puramente mercenaria. Para Frank la cosa no es tan sencilla y ofrece una versión distinta según la cual tanto el modo de vida americano como el modelo de negocio de la industria atravesaban una severa crisis que se traducía en un rechazo por la tradición puritana y su rectitud moral. Del mismo modo en que los beatniks se rebelaron contra el estatu quo familiar y obrero —con su gris y monótono devenir vital— los jóvenes creativos hicieron lo mismo con la rígida escuela técnica precedente. De una manera singular el capitalismo y el mundo social que había generado se encontraron ante el mismo obstáculo y encontraron las mismas respuestas para sortearlo. A partir de entonces lo cool penetró en la vida americana. Los nuevos valores juveniles premiaban el inconformismo y la insatisfacción, se enfrentaban con todo lo que fuese considerase correcto y productivo, huyeron de la homogeneidad como del Ébola, dando lugar a nuevas formas de consumo que defendían la variedad y la distinción, todo aquello que permitiese al comprador distanciarse de la masas. El capitalismo cogió la ola que llevaba años esperando e inundó el mercado con nuevos productos destinados a cubrir esa demanda inconformista hambrienta de ocio, sexo, drogas, emoción y vida alternativa. Siempre a ritmo de rock´n roll.

Una campaña que daba buena cuenta del cambio en la cultura empresarial de la época y de su interés por aprovechar el impulso de los movimientos juveniles fue la “Generación pepsi” de la conocida marca de bebidas en su intento por erosionar el entonces hegemónico poder de su competidora Coca Cola. Aunque no lo parezca por lo que se ve hoy en día, en los anuncios Coca-Cola llegó a ser sinónimo de conservadurismo y vida familiar, una bebida “sana” apta para todos los miembros de la familia (hay un anuncio para prensa escrita en la que un “médico” desglosa las ventajas de iniciar a los niños menores de un año en su consumo) y perfecta para celebrar cumpleaños. Pepsi aprovechó precisamente esta buena posición de su rival en el establishement para presentarse como la chica marginada, un mensaje harto contracultural. La “generación Pepsi” sería adalid del cambio de mentalidad de la juventud y signo de los tiempos. Lo que es más importante, comenzó a publicitarse no simplemente como producto (por su sabor, sus cualidades terapéuticas o qué sé yo) sino como un valor, el de la chavalería descontenta y unida por un impulso nuevo y renovador. No traten de buscarle contenido, la novedad, todo lo que pareciese joven y fresco se justificaba por sí mismo, y así se lo hicieron ver a toda una generación; su generación.

7-Up no le fue a la zaga. Aunque no tuvo un momento de inspiración tan grande emprendió una campaña para atraerse a los inconformistas y hippies valiéndose de anuncios en carteles publicitarios, revistas y televisión en el que adaptaron la estética del arte hippie y los films de los Beatles rollo Yellow Submarine masticando la imaginería psicodélica. Hay incluso un diseño muy chulo en el que si no me engañan estos ojos Paul y John blanden sendas botellas de 7-up a modo de guitarras eléctricas.


Born to be wild

Qué sensación tan maravillosa de bienestar, la de que te vean detrás del volante. No para presumir, sino sólo para dar esa Inequívoca imagen de dinamismo que revela tu éxito.

Pioneros de este estilo de vida alternativo fueron los beatniks. Entre orgía y orgía Kerouac y Ginsberg añadieron páginas al evangelio del vive la vida loca, los viajes a la frontera mexicana a ritmo de be-bop

Contra la vida sedentaria y la estabilidad familiar, el eterno vagar en carretera.

Contra el puritanismo, drogas y excesos sexuales.

Contra Cristo, Buda. *

*conste que servidor no alcanza a comprender cómo se las apañaban para compaginar budismo zen y jolgorio sin fin, pero aceptamos pulpo como animal de compañía.

Los escritores de la generación beat trazaron el nuevo arquetipo del vividor yankee itinerante y hedonista poseído por ráfagas de inspiración antes que artesano de la técnica que te cuenta su historia junto a un Jack Daniels y en un lenguaje sencillito para que lo comprendas, tú que eres tonto.

El testigo fue recogido por estrellas del rock, gurús de la contracultura como Timothy Leary y una pléyade de jóvenes deseosos de catar ese trocito de vida jovial como si el hecho de plantearse follar a discreción llevase inevitablemente a alojar el miembro en la boca de una compañera de clase. Aunque hay que reconocer que fue así hasta cierto punto, hizo falta mucha droga. Flores y ácido, gran combinación.

Los primeros hipsters también brotaron al calor de la música. El cool-jazz depuró un estereotipo de marginado de la clase media blanca como eran los negros de las ciudades, percibidos como bohemios y paganos improductivos. Marginado que ocupó su puesto en el nuevo mercado; mientras los jóvenes blancos se entregaban a sus akelarres psicodélicos y practicaban su amor libre en los antaño inmaculados parques de California, los hipsters consolidaron el matrimonio entre música popular y vida alternativa iniciado décadas antes. Una colorista y sensual glorificación de todo lo que oliese a antiamericano. Una oda al cachondeo introducida por un tema de la Creedence que se cerró con el estruendo de las cajas registradoras.

En todo caso la evolución del hipster ha sido coherente con el desarrollo de la industria del entretenimiento, dominada por el escurridizo concepto de lo cool. Hoy en día sin embargo resulta complicado encontrar algo más alejado de aquellos originarios hipsters de los barrios negros que el actual hipster modernillo de clase alta. De ahí la importancia del invento, de su capacidad para constituirse como un mojo de lo guay, de la cualidad intrínseca de los inconformistas separados del rebaño. Sin ser un decálogo que se pueda aplicar al pie de la letra podríamos decir que consiste en la cualidad de estar a la moda sin parecer por ello una fashion victim, es decir, el epítome de consumista aborregado, y justificarse por ello. Norman Mailer puso su grano de arena (un grano bien gordo) definiendo sus personajes contraculturales principalmente como individualistas y hedonistas naturales. En palabras de Josepph Heath y Andrew Potter:

“Mailer supo verlo y por eso calificó acertadamente al hipster como una fusión del bohemio inconformista, el delincuente juvenil asocial y el voluptuoso negro marginado”.

La misma carretera que llevara a Neal Cassady y Jaack Kerouac por la geografía americana la recorrieron los moteros. En mi opinión el non plus ultra del rollete contracultural, un potaje de calibre pesado destilado a pachas por el individualismo hippie (vehículo idiosincrásico del desarraigo bien llevado) y la rebeldía elevada a la enésima potencia, el constante encono, el eterno cagarse en la autoridad del barbudo asocial que se cuece no sabe bien si con aguardiente o gasofa, copula esporádicamente en bares donde tocan bandas de rock sureño y country capitaneadas por un guitarrista paralítico.

El final por todos conocido fue la tragedia de Altamont.

Conciencia III, anarquistas y vagabundos del dahrma


La meta de cualquier hippie era, además de derribar al gobierno, alcanzar la iluminación. Durante la década de los 60 muchos jóvenes hicieron explícita su repulsa al modo de vida americano “explorando otras culturas”, lo que viene siendo ingresar en una secta o practicar meditación trascendental. Estos elementos estaban presentes desde la época “beat” pero fueron deslizándose en los discursos de los gurús de la época como Timothy Leary y Allen Ginsberg. Así pues no se trataba de una protesta política al estilo clásico sino de una revolución de las consciencias alineadas y dominadas por la cultura capitalista. Dentro de esta corriente subjetivista que consideraba la realidad imperante poco menos que un “efecto matrix” aparecieron distintas formas de “abrir las puertas de la consciencia” mediante el uso de drogas psicotrópicas combinadas con música psicodélica y ejercicios de meditación variada. La antropología de la época tuvo parte de culpa en que muchos hippies emprendiesen la búsqueda de una nueva visión del mundo y de su rechazo de la moral judeocristiana. Los estudios de Margaret Mead en Samoa ejercieron su influjo no solo en la crítica feminista sino que permitieron justificar en cierto modo la cosa aquella del “amor libre” y los efectos de la educación represiva en la adolescencia. Con independencia de las críticas que se le puedan hacer y se le hicieron, por parte de Derek Freeman entre otros (su baja competencia lingüística, omitir los apoyos recibidos por parte de la marina destinada en la zona, proyectar sus convicciones políticas en su monografía, etc), la influencia de las etnografías boasianas es notable. La comparación entre culturas y algunos sesgos referidos al estudio de pueblos que no padecen los mismos problemas que en Occidente (claro, porque ellos tienen sus propios problemas) fue pasto de interpretaciones chapuceras y copy&paste entre los desnortados hippies. Una de las funciones de la antropología es propiciar análisis comparativos y desempeñar una labor crítica, no abordar estas cuestiones con el método de la coctelera.


El caso de Carlos Castaneda es también significativo. Sus estudios sobre el consumo de drogas y los estados de trance chamánico fueron una fuente de inspiración para muchos hippies. La realidad es que el uso que los chamanes en Latinoamérica daban a las drogas no se parecía mucho a la de la contracultura. De hecho es diametralmente opuesta, ya que sirve precisamente para reforzar sistemas en los que la religión cumple un papel de regulador de las relaciones sociales. También se sobreestimó la importancia de los psicotrópicos en los trances hipnóticos y de posesión, dependientes en gran medida de cantos y ritmos repetitivos, ejercicios agotadores y en algún caso, dolor físico. Eso por no decir que Castaneda directamente se inventó muchas de sus experiencias religiosas.

El objetivo dejó de centrarse en temas concretos que afectaban directamente a millones de personas como la desigualdad laboral entre sexos o el sistema público de salud para discutir el lenguaje falocéntrico, la materia del cosmos o las técnicas de control mental de la CIA. Fue un momento de puta madre para las sectas, los profetas alucinados y los vendeburras de todo pelaje.

Dejando de lado la parodia fácil del hippie colgado aporreando unos bongos en pelotas, son muchas las críticas que se pueden hacer a la contracultura. La más importante en mi opinión es la manía que tenían de hacer patente su descontento recurriendo a doctrinas esotéricas, religiones orientales y otras creencias precristianas como las que derivaron en neopaganistas y new age, en lugar de articular una crítica política y económica crítica seria. Hubo intentos por politizar el movimiento, sí, y una porción nada desdeñable de su mensaje iba en esta dirección —sus herederos más evidentes serían los anarco-punks y comunalistas— además de servir de trampolín para los movimientos por los derechos civiles y el incipiente ecologismo, pero la desaprobación del “Sistema” era tal que tuvo que infiltrarse en todos los ámbitos de la existencia, desde la explotación laboral hasta la represión judeocristiana. Percibir el sistema capitalista americano como una inmensa y paranoica consola de control mental implicó la dispersión de sus esfuerzos, un individualismo radical y un profundo irracionalismo que pretendió cambiar el mundo por la vía de expandir la conciencia o recitar los vedas. O según Marvin Harris:

“Los estados mentales alucinatorios no pueden alterar la base material de la explotación y la alineación. La Conciencia III no cambiará nada que sea fundamental o causativo en la estructura del capitalismo o imperialismo. Por lo tanto lo que nos espera no es la utopía de la libertad individual absoluta, sino alguna nueva y maligna forma de mesianismo militar, provocadas por las payasadas de una clase media que intentó domesticar a sus generales con mensajes telepáticos y creyó poder humanizar a la mayor concentración de riqueza corporativa que jamás ha visto el mundo caminando descalza y comiendo manteca de cacahuete sin homogeneizar”.

En definitiva, la contracultura sirvió para diversificar la producción industrial, alimentar nuevas modas y “estilos” que servirían tanto para definirse como persona como para “plantar cara al sistema”. La vocación inicial de las corrientes de izquierdas en busca de un mundo más justo y realista dieron lugar al mundillo de lo original, novedoso y rompedor; el subcultural chanante. Distinguirse, en suma, como individuos realizados a través del consumo. De ahí la posterior explosión de tribus urbanas y su inofensivo discurso de lo reivindicativo, simbólico y —sí— antisocialista, un paso.

Después de décadas, siglos de tribulaciones y lucha de clases, de barbudos prusianos escribiendo sesudos tratados de economía política, la solución aparecía por fin, limpia y brillante ante los ojos de América; la manera de cambiar el mundo es pasárselo de puta madre.



Miguel U.

Read more »

Chasco por suicidio (El Salobral)

TVE, Antena 3, Telecinco y La Sexta emiten en directo el cerco a un asesino que, atrincherado en la caseta de una finca familiar en Albacete, se niega a entregarse. Ha matado a una niña de 13 años, con la que mantenía relaciones, y a un vecino de 40 que se cruzó en su camino. “Van a intentar que se agote en todos los sentidos, y que agote la munición”, dicen en Antena 3. “Ahora mismo la tensión es importante, puesto que va armado con un fusil y una escopeta y está disparando”, aseguran en Telecinco. “Muchos vecinos nos han confirmado que son vecinos de caseta, que la suya está solo a tres casetas de donde se esconde el asesino”, afirman en TVE. “A mí no me corresponde saber si está loco o no”, dice el tertuliano de La Sexta.

La historia promete. ¡Un nuevo Puerto Hurraco! Es el sueño de cualquier cadena generalista: un asesino despiadado, con las manos manchadas de sangre fresca, y acusado de pederastia tras mantener supuestas relaciones con una menor, se enfrenta a la policía a tiros después de cometer sendos crímenes. Acorralado, como un animal, se defiende a balazos. Cualquier desenlace es bueno para la televisión, pero algunos mejores que otros…


Lamentablemente, la información sobre la caza del asesino de El Salobral tienen poco ritmo: imágenes lejanas y desenfocadas de unas casas, de coches de la policía, conseguidas con ópticas inadecuadas. Poca acción, poca diversión, poca televisión. Por eso se ven obligados a salpicar ese directo con otros temas: la madre que mató a su hijo en la bañera y le metió en una maleta (Antena 3). Un pederasta detenido el pasado jueves, del que no saben si llegó a tener contacto físico con sus víctimas. “¡Hijo de la gran puta!”, le grita la madre de uno de los niños implicados (Telecinco). “Hablemos de los sabañones… ¿Qué es un sabañón, doctor?” (TVE)

En Estados Unidos, el país donde la televisión alcanza mayores dosis de emoción, varios helicópteros de las diferentes cadenas privadas hubiesen sobrevolado El Salobral, la zona donde se esconde Juan Carlos Alfaro, apodado “El Fraguel”. Es posible que incluso hubiesen emitido el desenlace del suceso, por violento que fuese, en riguroso directo. ¡La muerte en vivo! ¡Las audiencias disparadas! Lástima de los pocos medios de nuestras cadenas, que nos privan de esos maravillosos planos aéreos del drama, dignos de una peli de Steven Seagal. En Antena 3 tiran de Google Earth. En La Sexta de una simulación por ordenador. En Telecinco se quejan de que el control policial “se desplaza constantemente” y no les deja trabajar. La presentadora de TVE se come un kiwi en directo, “que tiene mucha fibra”.

En Telecinco emiten una entrevista telefónica exclusiva con la madre del asesino (más tarde lo haría La sexta, y estaría en directo en Antena 3): “¿Usted sabía que su hijo estaba encelado con la niña?”, pregunta la periodista. “Yo creo que se habrá suicidado, que mi hijo está muerto”, dice la madre. “¿Presunto asesino? Bueno, asesino”, sentencia el presentador. En Antena 3 presumen de “señal en directo” desde El Salobral y aseguran que una bala de gran calibre puede llegar a más de un kilómetro de distancia, “que es por donde más o menos se encuentran nuestros compañeros”. En TVE enseñan al telespectador a bailar mambo y merengue como ejercicio aeróbico.


En los platós de Antena 3 y Telecinco no tienen nada. Solo imágenes de guardia civiles en las carreteras de acceso al lugar del cerco. Los tertulianos-presentadores improvisan: gran operación de la guardia civil, el hombre está claramente enloquecido, el negociador es la clave, los familiares de la víctima sienten dolor y rabia, tiene que estar a punto de agotar su arsenal, si no ha tomado ya la decisión de suicidarse esperará, físicamente parecerían padre e hija, todo eran secretos a voces, los vecinos están aterrorizados, es una relación enferma… Palabrería.

Pero entonces, cuando la noticia languidece por falta de acción, cuando parece que solo la muerte en directo puede levantar ese nuevo clásico de la telebasura ibérica, Telecinco se saca una carta de la manga y parece ganar la partida: emite “la primera reacción de la madre de la niña asesinada”. Unas imágenes obscenas, por íntimas y dolorosas, de una mujer destrozada, enloquecida, en plena calle, llorando, gritando, deshaciéndose. Una secuencia insoportable, que no aporta nada excepto malestar. Un bofetón a la familia de la víctima, al telespectador, a la televisión como medio de comunicación. Una hora después Antena 3 emite esas mismas imágenes. En La Sexta ponen el sonido, los lamentos agónicos de la madre, y una tertuliana asegura haber llorado con las imágenes.

Primero fue Alcàsser. Después Marta del Castillo. Y cuando aún no habíamos digerido la terrible historia de los niños Ruth y José, debemos añadir a la macabra lista de nuestra infamia televisiva El Salobral.

Algún día, alguien debería hacer pagar a estas televisiones, a estos desalmados sin escrúpulos, por utilizar todo este dolor ajeno para enriquecerse.

P.D.

Como en una mala película, el desenlace de este drama no está a la altura y decepciona a las televisiones: el presunto asesino se suicida fuera del horario de los espacios matinales. Con él han muerto decenas de horas de telebasura de primera categoría. Su captura, sus traslados a prisión, sus abogados, sus juicios… Una verdadera lástima.

Javier Pérez de Albéniz

Read more »

miércoles, 24 de octubre de 2012

¿Quieres colaborar con el número 3 de la revista NADA?

Estamos preparando el número 3 de la revista NADA y como siempre estamos abiertos a colaboraciones de cualquier tipo: textos, artículos, fotografías, viñetas, poesías, etc. Para colaborar puedes escribirnos a nuestra dirección de contacto revistanada@yahoo.es.

Así mismo os recordamos que podéis participar en el Foro NIHILISMO.

Read more »

jueves, 11 de octubre de 2012

Revista NADA nº2


ÍNDICE:
¿Qué es el nihilismo?
¿Qué hacemos con un nihilista en casa?
¿Quién es White Punk?
Julio Camba: el primer distópico
Aleksandr Brenen “El Vándalo”
VOINA: Guerrilla artística
Conspiración de los Núcleos de Fuego
Miroslav Tichý
¿Cuál es la psicología del nihilismo?
Un poema

 Edición a cargo de Diego Volianihil

Leer online gratuitamente

Read more »

lunes, 8 de octubre de 2012

El Nihilismo como Filosofía

El nihilismo es el rechazo de la filosofía, así como de la nebulosa metafísica al que tal razonamiento inevitablemente desciende. Si uno quiere esto del nihilismo se puede construir, incluso más que cualquier otro conjunto de ideas, pero el sólo hacerlo conduce hacia paradojas y contradicciones, es como querer encontrar valor en lo que no vale o una creencia literal en la nada; de momento intenta con la incredulidad en la gravedad. El Nihilismo no es la total carencia de valores para crear un entorno castrado del bien y del mal, arriba o abajo ya que estas son situaciones absurdas, de verdad que las situaciones idealistas son metas tanto imposibles como peligrosamente engañosas como para llevarse a cabo. Desdichadamente algunos nihilistas quedan atrapados en este opaco laberinto de la ética y la moralidad. Otros saltan con la cabeza por delante hacia las fauces como demostración de una supuesta destreza mental, que explica la efervescencia del nihilismo existencial entre ciertos académicos y ciertos átomos de fantasía aislados. ¡El Nihilismo es la destrucción de la filosofía mas no la ampliación de esta! Asocia la filosofía de Nietzsche con una almádena.

Este existencialismo es superfluo ya que dichas construcciones son, de cualquier forma, completamente elásticas, estas pueden y significan cualquier cosa que el partidario afirme, generando la misma bruma nebulosa de opacidad intelectual que el nihilismo dispersa. En otras palabras es una creación de mitos, aunque eso no los hace insignificantes o impotentes ante la mente del público, los mitos tienen valor para quienes creen en ellos. Los nihilistas no pueden simplemente ignorar a los mitos o a sus crédulos, en lugar de eso el camino más sabio es buscar el entendimiento. El nihilismo disuelve los mitos con el ácido de la razón y la lógica, para iluminar sus presunciones y sus estructuras subyacentes y tener un mejor entendimiento y un mejor comportamiento.

El nihilismo desafía las presunciones que apoyan a los valores comunes como son 'igualdad'; 'compasión', 'justicia', etc. Pero también términos concluyentes acerca de la existencia humana como son 'sin sentido', 'ocioso', 'inútil' son igualmente defectuosos porque sus definiciones son el resultado de los valores originales de la moralidad que hasta ahora han sido rechazados. Un ejemplo simple - 'la justicia '. En la corte no se trata de sí alguien es culpable o no, sino que tan bueno es el abogado que tiene, qué tan convincentes son los argumentos presentados y que tan bien manipulados estén el jurado y el juez, alguien dijo justicia - ¡oh, quizás no! La 'Justicia' son los confusos términos legales que tu abogado, altamente valuado, puede vomitar en el tribunal. Cualquier método de confusión es bueno para escaparse cuando saben que estan haciendo algo que no deberían. El rico queda libre mientras que el pobre va a prisión. ¿Por qué? ¡Encuéntralo en la siguiente página Nihilismo en Acción!

El nihilismo es el resultado de darse cuenta que todos los valores modernos y morales son completamente falsos e improductivos, la última estima que esta moral levantó conduce a una catastrófica retirada hacia el extremo opuesto al darse cuenta que es un engaño.

Los valores y sus cambios están relacionados para incrementar el poder de aquellos que los posicionan. La medida de incredulidad permitida de 'libertad de espíritu' como una expresión de un incremento del poder. "El nihilismo [es] un ideal del espíritu, la destructiva fiesta de la vida sobre enriquecida, parcialmente irónico." - Nietzsche, La Voluntad del Poder

Si bien la aceptación del nihilismo de inmediato produce una perspectiva de la absoluta inutilidad de la vida y la existencia universal, esta perspectiva no es la resolución final. "El nihilismo representa una fase de transición patológica..." ibid. La existencia no es inútil sólo porque el edificio de la moralidad moderna es inherentemente disfuncional. La existencia incluso ahora tiene más propósito debido a que se ha logrado una perspectiva adecuada y una razón está [finalmente] clara - la completa destrucción del envilecido orden moral derivado de la teología. De esta manera el nihilista es el creador y sobreviviente de la lucha metafísica más intensa y de la más alta magnitud de todos los tiempos. Los nihilistas experimentan una evolución personal y han demostrado su superioridad mental con la manada y la mafia, han demostrado su voluntad y 'licencia' para una existencia prolongada y exitosamente han escapado del circo de valores. Una vez que la reevaluación de los valores esté completa, se habrá conseguido una perspectiva completamente nueva y cuerda.

Read more »