Hace unos meses se constituyó el Colectivo La Jauría, una asamblea de creadores que toma las decisiones horizontalmente y difunde libremente su obra a través de internet, por ahora. A diferencia del hermetismo y elitismo tradicional de la mayoría de colectivos, asociaciones y "clubs" de poesía actual, este colectivo apuesta por la participación abierta, plural, posibilitando la publicación de obras de otros autores en su medios de difusión. La única norma es tratar o inspirarse en el tema elegido por la asamblea del colectivo cada medio mes.
El valor de esta apuesta creativa se puede resumir en tres conceptos: horizontalismo, intercomunicación y libertad creativa.
En una época donde la ética del arte sitúa al artista por encima de la propia creación, del propio objeto creado, alimentando egos de hojalata y creando burbujas artísticas de las que aun estamos lejos de recuperarnos, el Colectivo La Jauría defiende en su manifiesto que "odia los nombres propios y las firmas de libros: tiene los puños doloridos y el labio partido". El creador aquí vuelve al conflicto, donde desarrolla su obra, entre otros creadores, para exponerla públicamente sin otra intención que la de difundir esa obra. La ética actual entiende a las obras como argumentos publicitarios y praxis de marketing destinadas a vender al artista por encima de todo. La propia organización asamblearia es un desafío -antiguo- de devolver a la "persona que crea" (creador, artista, etc.) su posición entre iguales, entre personas. Desvistiendo el arte del superstarismo, de la egolatría, el objeto artístico recupera su lugar como consecuencia de algo individual y colectivo a la vez: el lenguaje universal.
El modelo organizativo no es más que una expresión de una idea de apertura y entendimiento. La comunicación es un resultado humano cargado de significados, de valores éticos. El sistema, la ética actual, defienden un modelo de comunicación unidireccional, de arriba-abajo. Sus medios de información, sus periódicos, su televisión, su radio, su poesía, su música, son difundidos y amplificados por un sólo emisor, activo, y los receptores -pasivos- sólo pueden recibir el mensaje. No hay en realidad comunicación. El artista o creador actual participa en ese modelo autoritario de difusión (anticomunicación, pues). Desde el Colectivo La Jauría defienden todo lo contrario: que cualquier creación esté sujeta al dialogo, a la participación activa de las dos partes comunicativas: tanto el emisor como el receptor son papeles intercambiables. Lo creado no es un fin en sí mismo, no es el objetivo, sino un medio para participar en la colectividad, de introducir otro lenguaje entre personas.
Por último, el valor de la libertad creativa va más allá de lo que entendemos como "libertad creativa". No se trata de un argumento torticero para presentar como creación cualquier artefacto artístico averiado como ocurre en la actualidad (el objeto creado es simplemente un objeto de consumo carente de valor artístico en la mayoría de los casos), sino que significa la base amplia e ilimitada sobre la que empezar a trabajar: total libertad. Ningún anclaje, ni sustancial ni formal; ninguna censura, ni personal ni colectiva.
Sofía Gun
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Con esta entrada inauguramos una sección de artículos propios sobre distintos temas relacionados con la ética y contraética en el Arte.
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