Ante las elecciones generales y las peticiones de reformas parlamentarias o de representabilidad, la postura que ha defendido el nihilismo, si se puede hablar de algún "-ismo", ante las elecciones siempre
ha sido la misma: la abstención. El no reconocimiento de la llamada
legalidad democrática y, por tanto, la no participación en ninguna de
sus instituciones, como colectivo, ni en ninguno de sus cauces, como
individuos. Esta postura ha tenido algunos momentos históricos de gran
repercusión, tanto en el plano social como político, como por ejemplo en
la década de los treinta, pero en las últimas décadas ha sufrido un
ataque por parte de los agentes políticos y comunicadores del Sistema.
Este ataque ha intentado desvincular la abstención de cualquier tipo de
posicionamiento social, político o ideológico; reconociendo de esta
forma la exclusividad de la participación social dentro de los cauces de
la representatividad.
En un país en el que parecía que las
inquietudes sociales y políticas habían quedado relegadas a una serie
de profesionales ha emergido un movimiento popular, considerado
propiamente como "ciudadano", que puso en las primeras páginas de los
periódicos oficiales la denuncia de una serie de irregularidades que
en los últimos tiempos están tornándose insoportables para la clase trabajadora; que, en nuestra opinión, son fruto inherente de los
sistemas jerárquicos.
Este movimiento ha dado una especial importancia, desde nuestro punto
de vista inmerecida, a la actitud que hemos de tomar los individuos
ante las elecciones; municipales en su momento, generales en la
actualidad. Y han intentado, desde nuestra opinión, reconducir el
descontento de les trabajadores y cuidadanos hacia los cauces
democráticos, continuando y asumiendo el discurso establecido desde el
Sistema. Se han puesto en la palestra opciones hasta el momento
ampliamente minoritarias como el voto nulo o el voto en blanco,
intentando asumir para la democracia representativa a aquellos sectores
descontentos con la política actual, en una especie de regeneración de
la representatividad.
De esta forma se da una nueva imagen al Sistema, los sectores
descontentos con los políticos parece que ya no están en desacuerdo con
el Sistema por éstos generado, y base de todas las atrocidades cometidas
contra los ciudadanos. Simplemente quieren que se vayan unos políticos
para que vengan otros a hacer lo mismo, una especie de ensayo
conductista que parece tener como intención desmovilizar a la clase trabajadora por agotamiento o desilusión.
Lo que se intentó de forma generalizada fue
asumir como propio un movimiento que, en la teoría, estaba
desideologizado y despolitizado; demostrando, en realidad, que asumía la
ideología del sistema y hacía el juego a partidos extra o
cuasi-extraparlamentarios, poniendo en tela de juicio la veracidad de su
apolitización. De esta forma, parecía que todos tenían cabida bajo el
lema de reivindicación de una democracia real. Desde les que defienden
la dictadura de los mercados hasta les que defienden la dictadura del
proletariado, incluso, y a nuestro pesar, parecía que aquellos que
abogan por la abolición del Estado y toda forma de autoridad también se
sumaban a las demandas de una democracia más eficaz para ponerla al
servicio de los intereses de una clase consumista.
Nosotros, rehusando cualquier tipo de posibilismo, nos declaramos
abiertamente antidemócratas. Estamos en contra de la democracia
representativa, porque no creemos en ningún tipo de delegacionismo y
estamos convencidos de que éste siempre deriva en la usurpación del
interés personal. Del mismo modo estamos en contra de la llamada
democracia directa, porque esta, por no erradicar el sistema de
votación, deriva en la sumisión del individuo a la llamada voluntad
colectiva que no tiene porqué representarle. Toda democracia supone la
imposición de una mayoría, a lo sumo, sobre un minoría.
Así, dentro de ese obnubilamiento intelectual que genera la
democracia a su alrededor, y bajo el cual férreos defensores de
estructuras diferentes, dentro de los Sistemas jerárquicos, se
autointitulan como incondicionales defensores de los valores
democráticos; nosotros nos negamos a sumarnos a esa corriente unitaria y
tendenciosa. La democracia, en realidad, no se diferencia, al menos en
este aspecto, de otros regímenes totalitarios. Pues si bien en estos se
condena a través del castigo físico a sus detractores, en la democracia,
además, se les condena a través del ostracismo ideológico, siendo
considerados una especie de detractores del género humano.
A nosotros no nos vale la reforma del sistema electoral o la creación
de listas abiertas, no nos vale con mejorar un Sistema con el que no
estamos de acuerdo. Nos es indiferente el valor que el Sistema quiera
dar a nuestra voz, porque lo que pretendemos es que nadie pueda
cuantificar nuestra opinión cuantitativamente; sino que sea considerada
cualitativamente por nuestros iguales. Cuestión ésta que no puede
conseguirse en ningún sistema de votación, sino en un sistema de
asambleas horizontales que funcionen por consenso unánime.
Porque no creemos que sea posible, en ningún modo, que la delegación
en una serie de individuos suponga otra cosa que la enajenación del
interés de los individuos a merced del interés propio de un individuo,
sujeto, de forma generalizada, no sólo a presiones externas, como
mercados o intereses de grandes emporios, sino también a favores
personales.
Tampoco creemos que sea viable el ideal de democracia. Pues, a pesar
que entendemos que las situaciones actuales de corrupción y
desentendimiento de la clase política son inherentes al sistema de
representación, no damos por bueno ningún tipo de delegación que no sea
asumido bajo un mandato conciso, emanado de una asamblea horizontal y
siempre con la posibilidad de revocación. Es decir, solo entendemos la
delegación cuando ésta no tiene ningún margen de actuación fuera de lo
emanado de forma consensuada. Pues es ésta la única posibilidad de que
los intereses de los individuos permanezcan blindados ante cualquier
intento de enajenación o desvirtuamiento.
No nos vale, pues, con actuar dentro de los cauces legalmente
establecidos, no atendemos a ningún tipo de imposición ajena a nosotros
mismos y a la propia razón. Hacemos un llamamiento a la reflexión, a la
coherencia, a la abstención, al boicot y al sabotaje de todo tipo de
elecciones y al fortalecimiento de las organizaciones de base, horizontales y ciudadanas.
Colectivo nihilista de la Revista Nada
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